
Una buena chispa de ingenio, puede salvar con nota sobresaliente, un pequeño conflicto que podría convertirse, quizás rápidamente, en una tragedia.
Os comento que en el ejército estaba destinado en Artillería. Mi función era de especialista en «topografía artillera», que es la parte que se dedica en la práctica a apuntar los obuses, además del reconocimiento del terreno, etc. Cada batería(así se llaman a las compañías de soldados de artillería, no es cosa mía) del campamento de Viator disponía de seis piezas, mas concretamente, seis obuses. A la hora de hacer los ejercicios de tiro lo importante es que los seis obuses apunten al mismo objetivo, sino es así, imaginen, cada disparo a un sitio distinto, un horror, tienen que caer, más o menos, agrupados. En nuestro campamento, como decía antes, no teníamos cañones, eran obuses, la diferencia básica es que su tiro realiza una mayor parábola, vamos, que tira por encima de las montañas, a una distancia de hasta once kilómetros. Esas eran las piezas que teníamos activas en el año 1986, que es cuando paso lo que voy a narrar, hoy no se las que tendrán.
Estos obuses tenían entonces más de cuarenta años, por lo que tenían holgura en muchas de sus piezas. La más conflictiva era el goniómetro de batería, que era la pieza con la que se apuntaba el obús. Con tantos años y disparos sobre cada uno de ellos, esta pieza tenía una holgura considerable, con lo que apuntar con precisión, si no se conseguía eliminar, era casi imposible. Imaginen que este goniómetro es como un pequeño periscopio, con una graduación, que nosotros desde lejos, con otro goniómetro más grande y complejo, íbamos corrigiendo hasta que el obús apuntaba donde queríamos (Si os fijáis cuando están los topógrafos midiendo las carreteras, el aparato que tienen sobre el trípode y con el que toman todos los datos, es un goniómetro. El nuestro era igual, pero para uso militar). No sé a quién se le ocurrió, pero tuvo la brillante idea de pensar que si forzamos el goniómetro de la pieza hacia un punto concreto, en todos los obuses igual, todas tendrían el mismo error, por lo que finalmente, todas dispararían al mismo punto, gracias a la corrección de tiro. Quien tuvo esta idea, cogió una recamara de una rueda, la corto de forma que tenía unas gomas fuertes y resistentes, con forma de aro de cebolla. Por una parte enganchaba el goniómetro de pieza, la otra punta pillaba un soporte para una llave de bloqueo de las ruedas del obús. Estos dos puntos estaban en el mismo sitio en todas las piezas. Objetivo conseguido, todos los obuses tenían el mismo error forzado por los aros del neumático, con la corrección de tiro, todos acertaban en el objetivo. Si a esto sumamos que el personal profesional contaba con mucha experiencia, no es de extrañar que disparábamos con un porcentaje de acierto sobresaliente. Gracias a esto, he tenido la suerte de poder realizar prácticas de tiro real con el rey Juan Carlos, con ministros españoles y extranjeros, etc.
En un tiro conjunto que se realizó en el campo de tiro de Viator, coincidimos con una batería del ejército alemán. Nosotros estábamos locos, imaginen, sus camiones eran unos flamantes mercedes nuevos, los nuestros unos pegasos con más de veinte años. Sus coches de apoyo, también mercedes nuevos, nosotros presumiendo de nuestros vetustos land rover santana. Pero cuando vimos sus obuses, se nos caía la baba. Menos de dos años, precisión alemana, la envidia de cualquier ejército. Ni que decir tiene que los alemanes se creían que estábamos engañándolos cuando dijimos que aquellas piezas que estábamos limpiando eran con las que haríamos el tiro conjunto con ellos. Se reían, decían que eran piezas de museo, y seguramente lo eran. Nosotros andábamos algo más que cabreados, la verdad, no voy a contar lo que me paso por el cuerpo cuando vi el equipo de topografía alemán.
Llego el ejercicio de tiro, nuestros obuses listos para disparar, los alemanes también. Los objetivos, a unos diez kilómetros listos. Eran unos grupos de bidones grandes metálicos, llenos de agua, pintados de blanco. El objetivo de los alemanes a unos trescientos metros del nuestro. El asentamiento de los alemanes no se veía desde el nuestro, no sabíamos cada uno lo que hacían los otros. Una maniobra de tiro artillero es como un juego de niños. Hay un observador que, desde un sitio seguro, ve el objetivo. Da una posición más o menos acertada, basándose en un plano. No se puede utilizar posicionamiento GPS, puedo explicar fácilmente por qué, pero no quiero extender más este texto.

Primero tiraron los alemanes, más o menos a huevo, un solo disparo. Lejos del objetivo, lo que es más o menos normal. El observador alemán dice la corrección, imaginen algo así como “ciento cincuenta a la derecha, doscientos más largo”. Calculan lo que tienen que mover su obús para que dispare a donde dice el observador, con el segundo disparo se debe acercar bastante, con un tercero debería dar en el objetivo. Entonces, las seis piezas dispararían a la vez varias salvas para cargarse el objetivo completo. Piensen que no se dispara a un objetivo único, se dispara a un área grande. No se tira a un tanque, se tira para darle a un gran grupo de tanques. Los alemanes, al quinto disparo se quedaron cerca de su objetivo, dispararon tres salvas, pero solo causaron algún daño a los bidones, estaban contentísimos de lo bien que lo habían hecho.
Llego nuestro turno. El primer disparo al tun tún, bastante más lejos que el del alemán. Sonreían. El segundo se acercó bastante. Nuestro observador vuelve a corregir y el tercero da en el blanco, “objetivo directo”. Los alemanes no se lo creían. Después de las dos primeras salvas, no quedaba ni rastro de ninguno de los bidones de nuestro objetivo. Nuestro observador, un sargento con más años en el cuerpo de los que pudiéramos imaginar, pide permiso para intentar con la tercera salva darle al objetivo de los alemanes, estos dicen que ni locos acertamos, pero cuando disparamos, su objetivo desaparece por completo. Acierto pleno.
Termina el ejercicio y todos a disfrutar con vino y jamón. Teóricamente ya habíamos terminado, por lo que estaban limpiando las piezas los artilleros. Nosotros nuestro equipo, los de topografía, cuando aparecen de pronto nuestro teniente coronel, nuestro capitán y algún mando más. Todos los alemanes también, a ver nuestros equipos. Miraron primero los que teníamos en topografía. Ellos con aparatos con mira láser, nuevos prácticamente, nosotros con equipos, digamos suavemente, algo más que viejos. No entendían nada. A nuestro lado estaban limpiando las piezas. Cuando ven la edad de los obuses, porque la llevan grabada en el cierre, por donde se coloca el proyectil, no dan crédito a lo que ven. Entonces un suboficial alemán, con bastantes años de servicio, le dice algo a un oficial suyo, señalando con el dedo a algo de nuestro obús. Este se lo hace saber al que más mandaba de los alemanes, le dice al traductor que pregunte. El traductor nos dice en voz alta, ¿Qué es aquello? Como no sabíamos que preguntaba, el suboficial alemán que se había dado cuenta de la extraña pieza, desconocida para él, saltó por encima de nuestro equipo, se acercó a la pieza y toco el aro de goma de neumático que teníamos allí. Nuestro teniente coronel, no sabiendo que responder, dice:
- Gustosamente, nuestro capitán les va a dar las explicaciones oportunas.
- ¿Eh?— nuestro capitán no sabía que decir, tierra trágame— pues esta pieza va a ser, a ver como lo digo . . .
Y entonces nuestro sargento más veterano, el más chusquero de todos, el que hacía de observador en las prácticas de tiro, saltó al lado del suboficial alemán, diciendo con el tono más chulesco que había oído nunca, lo siguiente:
- Esta pieza, viene a ser, “el tensor especifico del goniómetro de batería”.
Se quedó tan ancho, el traductor se lo dijo en su idioma, todos asentían. Aquella debía ser la pieza mágica que los había humillado en el ejercicio de tiro. Aquel sargento chusquero, demostró que una chispa de ingenio, puede salvar un conflicto rápidamente. Les explicó los fundamentos básicos de la pieza en cuestión. Les demostramos a aquellos profesionales, que no hay que tener el mejor equipo, ni el más moderno. Hay que tener ganas y experiencia para sacar de lo que tienes, el mejor resultado posible. Es una lección que todos deberíamos tener en cuenta, creo.
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Como siempre, desearos lo mejor, nos vemos pronto.

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Desde los tiempos del Quijote, el ingenio es uno de nuestros mejores valores.
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