Tráfico de Influencias (Primera parte)

El tráfico de influencias, no es nada nuevo, siempre ha existido. Durante el servicio militar, era algo habitual, además, era una situación que se vivía directamente. Nadie se enriquecía, ni daba un  “pelotazo”, como vemos ahora en los casos que no paran de sonar en la prensa y medios de comunicación. Era algo más prosaico, todo se reducía a mejorar la calidad de vida del soldado durante su periodo de servicio. Recuerdo familiares recomendando a un «quinto»* que una vez que llegara al cuartel “Tal” buscara al capitán “Fulanito” que era del pueblo, o familiar, o lo que fuese, que le ayudaría. Puedo aseguraros, que esta situación variaba mucho de estar solo, de todas, todas, a tener alguien que te ayudara un poco, había una considerable diferencia.

Ocurrió que yo estaba ya en edad de hacer la mili, tenía por aquel entonces los dieciocho años recién cumplidos. Ya estaba tallado. ¿Qué era esto del tallado? Consistía en ir todos los mozos nacidos el mismo año al ayuntamiento, allí un funcionario te media escrupulosamente,  confirmaba que estabas apto para realizar el servicio, con menos de 1.55 m, te librabas de la mili, o con defectos de visión, pies planos, algunos hijos de viuda, o no se cuantas cosas mas te libraban de la mili, pero lo normal, era que entraras en la categoría de mozos en disposición de ir al servicio militar. Una vez tallados, en algunos pueblos tenían unas tradiciones, en otros otras. Yo cuento la que yo viví, si conoces otras, coméntalas para que no se pierdan en la memoria. En Benahadux, se recorrían los bares donde el día de la talla, a los mozos se les invitaba.

Tiempo después de la talla, llegaba el sorteo. Nada que ver con la lotería de navidad, o la ONCE, pero te podía tocar la lotería, la pedrea o nada. Era el sorteo de los destinos. Yo vivía aquello ignorante a todo. En Benahadux Vivian muchos militares. Mis padres tenían, entonces, el bar JF, yo trabajaba allí, de manera que atendía y conocía a muchos militares de prácticamente todos los rangos. Sin embargo, no se me ocurrió nunca ni preguntar sobre el servicio militar. Había que hacer la mili, pues se haría, ¡Que se le iba a hacer! No recuerdo muy bien como, pero de alguna manera, un sábado, mis padres supieron que en el sorteo, tenia todas la papeletas para que me tocase como destino, Burgos. Yo cuando me enteré, dije, mejor Burgos que otros sitios, pues vale, para Burgos. Sin embargo, mis padres no se lo tomaron tan bien. Un año completo tan lejos, con lo falta que hacía que ayudase en el bar. Con algún militar de los que nos visitaban, hablaron de este tema, que sabiendo que estaba por venir, nunca se había tocado. No sé exactamente con quien, ni como, fue la conversación, yo no estaba presente. Parece ser que le dijeron que tenía pocos días para cambiar la situacion. La solución que le propusieron era realizar la mili voluntaria, en Viator, me pillaba cerca, podría conseguir, una vez jurada la bandera, el pase pernocta, ¿qué significaba el pase pernocta? Pues que podías dormir en tu casa. Ya que una vez terminada la jornada de servicio, a media tarde, podías dejar el campamento, te ibas a tu casa, dormías, te levantabas temprano, y para la hora de Diana, que normalmente era a las siete de la mañana, estabas en el campamento, en formación, pasando lista. Para poder hacer la mili voluntaria, tenía que solicitarlo en el cuartel en el que quería realizar este periodo. Ese era mi objetivo, por lo que todos habían decidido. Tenía que hacerlo ya, si quería esquivar el sorteo. De esta manera, el lunes siguiente, me subí en mi ciclomotor, como el que no quiere la cosa y me presente en el cuartel Álvarez de Sotomayor.  Llegué al puesto de guardia de la entrada. Unos policías militares, enormes, me dicen que “a dónde vas tú”. Pues a apuntarme para la mili. Imaginaros las caras de aquellos hombres, no se lo creían, “tira para el cuerpo de guardia, a ver que dice el teniente”.

A mí siempre me dijeron que con educación y buenas palabras, se puede llegar a cualquier sitio, yo, por tanto, iba tan tranquilo. Uno de aquellos policías militares, me acompaña al cuerpo de guardia número uno, el que está en la entrada del campamento. Que este civil dice que quiere apuntarse para la mili. ¿Cómo? —  dijo el teniente sorprendido, mirándome de arriba abajo— me dijo que donde me quería apuntar. Yo le dije, inocentemente, pensando que era lo más normal del mundo, que a la mili. ¡Ah!, vale, se quedó un momento pensativo, sonrió como si hubiese encontrado la solución perfecta, entonces llamó a uno de los soldados que estaban descansando de los turnos de guardia. Lleva a este civil a las oficinas del Nápoles, que quiere hacer la mili, vamos a apuntarlo para que haga la mili bien hecha, acompáñalo que no se pierda, asegúrate de que se apunta bien apuntado. Ya he comentado en otra entrada como era el batallón del Nápoles, pero yo entonces no sabía nada, había ido para apuntarme a la mili, eso estaba haciendo, todo parecía ir bien. Antes de darme cuenta iba andando, detrás del soldado que me guiaba, hacia el interior del campamento. En teoría, no podíamos hablar, él solo tenía que llevarme a aquellas oficinas para que me apuntara a la mili. Sin embargo, una vez nos alejamos bastante del cuerpo de guardia, este soldado me dice esto.

  • Oye, yo no soy tan cabrón como ese teniente. (lo dijo así, con estas palabras, pues así lo cuento, perdón)
  • ¿Cómo?
  • Que yo estoy haciendo la mili en el Nápoles, y esta mili no se la deseo a nadie, todas las mañanas a primera hora, estamos saliendo a paso ligero al campo de maniobras, corriendo y dando barrigazos todos los días hasta la hora de comer. — yo pensaba que la mili era eso, pues era lo que me tocaba, había que hacerla, pues se hace. Pensar que entonces, todos los hombres hacíamos la mili, era un trago que había que pasar, como vacunarte, yo pensaba que cuantos se empezase, antes se terminaba — Todos los días, cuando nos vamos al campo de maniobras y cuando volvemos, veo como están tan tranquilos y a la sombra, los de artillería. Yo te voy a llevar a sus oficinas, ¿te queda claro?
  • Vale, yo lo que quiero es hacer la mili aquí, en Viator, me da igual un sitio que otro (Inocente de mi, pensaba que todo era lo mismo)
  • Si, pues te vas a apuntar a artillería, pero si te pregunta el teniente, te he llevado al Nápoles y alguien te ha mandado aquí, pero yo no he sido. ¿te queda claro?
  • Vale, sin problema. — yo contento, haciendo la mili en Viator, todo me parecía perfecto.

 

Cuando se despidió, me dijo que ya había hecho su buena acción del día. Pero no fue su buena acción del día, fue la mejor acción de su vida, por lo menos, para mí. Gracias a aquel soldado desconocido, recibí mi primer beneficio por tráfico de influencias, nunca podre agradecerle bastante lo que hizo por mí. De realizar el servicio en un batallón o en otro, la calidad de vida cambiaba de una forma descomunal. Los que han vivido la mili, saben bien a lo que me refiero. Aquel chaval me hizo uno de los mayores favores que se han podido hacer. Me dejó en las oficinas de Artilleria y se fue de nuevo al cuerpo de guardia. Yo rellene todos los papeles que me pidieron. Ya con mi solicitud hecha, con una copia de papel en mi mano, salía del campamento, a punto de salir, en la puerta del cuerpo de guardia, el teniente parecía estar esperándome, con una sonrisa en su boca. ¿Ya te has apuntado a la mili? Le dije que si, y desde lejos, le enseñe mi copia, la agité, y el “buen hombre”, amplió aun más su sonrisa.

Me fui a mi casa, dándole una buena alegría a mi familia. Objetivo conseguido, en lugar de hacer la mili, lejos de casa, la haría a pocos kilómetros. Tan pocos, que desde algunos puntos del campo de maniobras, veía mi casa. Hasta aquí la primera parte de “Tráfico de influencias”, la segunda, os puedo asegurar, os gustará. Muchas gracias por llegar hasta aquí, ya puestos, si puedes y te apetece, comparte el enlace de este artículo con los botones de abajo, para conseguir la mayor difusión posible.

Como siempre, desearos lo mejor, nos vemos pronto.

  • * Como ya no se utiliza, creo recomendable explicar lo que es un “quinto”, era, mejor dicho. El mozo que debía cumplir el servicio militar obligatorio, lo hacía con su “quinta”, de ahí el nombre, hacía referencia al año de su reemplazo, que venía siendo el de su nacimiento, por tanto, los que habían nacido el mismo año, pertenecían a la misma quinta.

sorteo

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